Hace unos días se publicaba la noticia de que la cantante Pastora Soler “dejaba su actividad profesional hasta que recuperase la confianza en sí misma”. Es llamativo que una artista con tantos años de experiencia sobre los escenarios desarrolle un miedo escénico; pero es comprensible si repasamos lo que le ha sucedido en los últimos meses.
Sufrió un desmayo en mitad de un concierto y, por recomendación médica, pospuso todos los conciertos de los meses siguientes. Al volver a los escenarios padeció vértigo por lo que volvió a aplazar los siguientes compromisos. Mas adelante realizo varios conciertos con éxito, hasta este último, en el que, según refiere, le “fallaron las fuerzas afectándole, esta vez, incluso a la garganta”.
El “miedo escénico” se caracteriza por un miedo irracional a hablar o actuar en público, y se manifiesta a través de pensamientos negativos, reacciones fisiológicas y determinadas conductas.
La persona que lo padece percibe al público como una amenaza porque pueden rechazarle, cuestionarse su valía o hacerle perder su estatus.
El cuerpo reacciona ante este “peligro” . El aumento de la temperatura corporal, la taquicardia o arritmia, la sudoración, el temblor o rigidez muscular, la sequedad bocal y dificultad para tragar son las reacciones fisiológicas más frecuentes.
Los pensamientos de amenaza y las reacciones fisiológicas interfieren en la actuación de la cantante porque capturan su atención. Ya no está únicamente centrada en su canción, sino dividida entre ésta, los pensamientos negativos y las sensaciones corporales que además de generarle malestar le preocupa que puedan ser percibidas por el público.
Una conducta frecuente en estos casos es la ingesta de fármacos porque atenúan las reacciones fisiológicas.Sin embargo, para superar el miedo escénico lo más eficaz es una terapia psicológica personalizada que combine técnicas de reestructuración cognitiva, relajación, exposición y entrenamiento en habilidades sociales.